El control parental sirve para:
• Conocer la
actividad de los niños en Internet y sus gustos: obteniendo
información sobre las webs que visitan, su participación en redes o foros, su
comunicación con el exterior…
• Evitar que
entren en contacto con personas desconocidas o potencialmente peligrosas: y
así reducir posibles problemas de grooming,
ciberacoso, sexting…
• Reducir la
posibilidad de que los niños visiten sitios web inapropiados: eróticos,
que fomenten el racismo, la violencia o hábitos autodestructivos…
• Limitar el
tiempo de pantalla en términos de tiempo y horarios: impedir
que los niños utilicen determinadas aplicaciones o productos porque los
consideramos perjudiciales (chats, mensajería, redes sociales en función de la
edad…).
El control parental tecnológico te
puede ayudar en los siguientes aspectos:
• Filtros y accesos restringidos: para
que los niños no puedan acceder a determinadas webs. Algunos programas y
aplicaciones de control parental pre-definen estas webs y otros dejan la
elección en manos de los padres.
• Bloqueo de contenidos salientes: evitan
que los niños compartan información online (que rellenen
cuestionarios en Internet, por ejemplo).
• Límites de tiempo: destinados
a que los padres programen horas de apagado y encendido; o de tiempo máximo de
conexión a Internet.
• Monitorización: control de la
actividad online, registrando páginas visitas, avisando si el niño
accede a una de esas webs, revisando el historial de navegación y analizando
cuánto tiempo pasa el menor en cada web visitada.
• Conexión remota al ordenador o
dispositivo del niño por parte de uno de los progenitores: de esta
forma, estemos donde estemos, podremos conocer en tiempo real que están
haciendo.
¿A qué edades es recomendable?
Cuando
son pequeños,
podemos centrarnos en limitar el tiempo de conexión y evitar que accedan a
contenidos desagradables. Para conseguirlo, podemos estar pendientes y podemos
también recurrir al control parental tecnológico (sobre todo al de filtros,
navegadores y buscadores especiales). Así crearemos buenos hábitos respecto a
dónde, cuándo, cuánto tiempo se conectan y qué ven cuando lo hacen. En esta
época tienden a respetar tus normas, de forma que habrá un tándem entre esas
normas y la ayuda tecnológica. Se trata de controlar a dónde se accede y de
limitar el tiempo de conexión.
Cuando los niños van creciendo y ganan en autonomía tecnológica,
el problema empieza a hacerse más complejo (a niños grandes, problemas
grandes). Además del tiempo y de los contenidos, nos preocupa que les hagan
daño, que les engañen, que encuentren información desagradable, violenta,
perjudicial para su salud física o psíquica. Además de crear espacios de
conversación y confianza para hablar con nuestros hijos, podemos seguir recurriendo
a la tecnología (programas de software, configuración en
el router y apps en
dispositivos móviles).
Cuando son más mayores, los filtros son menos eficaces, los
navegadores infantiles no son una opción y las alternativas de software y apps se
asocian más a “papá, me espías” que a educación. En esta época, el control
parental debe ser mucho más humano y acompañarse, en todo caso, de límites
tecnológicos cuando la personalidad o actividad de tu hijo lo precise.
En todos los casos es más
importante monitorizar y después hablar, que simplemente controlar. Sin la
conversación, el control parental tecnológico se queda cojo porque no hay
realmente aprendizaje para los niños.
https://empantallados.com/control-parental/
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